MADURAR ,que difícil es..
Asumir responsabilidades, ser más autónomo, saber que las
experiencias negativas no crean traumas irreversibles. Aprender
a lidiar con ellas. Tolerar los límites. Madurar.
Y esta enseñanza debe comenzar desde muy temprano, con
pequeñas tareas, aunque luego pasemos al diálogo y a la negociación para
acercar posturas.
Los tiempos cambian, ya no queremos hacernos mayores y la
adolescencia parece mantenerse hasta los 24 o 25 años. Rendimos culto a la
juventud. La infantilización de occidente, lo llaman sociólogos y antropólogos que llevan años observando este fenómeno.
Hablamos de los nuevos valores, ensalzados ya por los medios
de comunicación, la publicidad, la industria del entretenimiento…sobran los
ejemplos.
En apenas unas décadas La cultura que valoraba la experiencia,
conocimiento y sabiduría de los adultos está desapareciendo.
Recordamos con nostalgia aquellos primeros años de profesión,
donde para intentar tener más éxito, nos poníamos ropa más seria para aparentar
más edad, ser más maduras era un plus, implicaba seriedad y responsabilidad, más respeto…Éxito
era igual a madurez, era una época donde las personas más interesantes eran las
que tenían experiencia y conocimientos…y esto parecen ya, valores del pasado.
Parece como la infantilización de la vida, una sociedad
llena de adultos que no quiere el esfuerzo ni las responsabilidades, que se engancha
a jugar con las maquinas, que quiere seguir siendo eternamente adolescente,
riendo y compartiendo chistes por internet. La cultura de la satisfacción inmediata,
cultura igual a entretenimiento.
La impulsividad domina sobre la reflexión, hablamos de
derechos pero no de deberes. Un adulto antes sabía resolver sus cargas y obligaciones, ahora nos lleva al
pataleo .huimos de lo complejo, todo en sintonía con esta visión adolescente del
mundo.
Ya no hay información rigurosa, eso no entretiene, apenas
tenemos ansias por el conocimiento y nos dejamos llevar por las recetas fáciles,
Soluciones sin esfuerzo.
Cada vez hay más adultos con características propias de los
niños, se sienten especiales y superiores, egoístas, con falta de empatía, no
suelen asumir su propia responsabilidad, y la trasladan otros.
Y no es falta de oportunidades,
es sobreprotección.
El permisivismo y la falta de límites no van a favorecer el
paso a la madurez.
En algún momento tendremos que empezar a asumir
responsabilidades.
Una sociedad infantilizada, por tanto, no puede valerse por
si misma. Está llena de miedos e inseguridades, necesita que la cuiden, traspasamos la responsabilidad
de nuestra conducta a otra causa o a una
“enfermedad”, dando paso a una cultura terapéutica donde los adultos son muy vulnerables.
Lo que nuestros antepasados gestionaban de una forma normal, nosotros no
sabemos llevarlo, todo es un trauma.
La visión infantil de la vida vende la idea que la
autoestima es necesaria para el éxito.
Pero es el éxito el que provoca la autoestima, consecuencia
del trabajo bien hecho, del esfuerzo y del mérito. No hay que buscarla en los
libros de autoayuda.
La autoestima requiere
esfuerzo.